Pétalos dormidos
Parte VII

Jaume Vaquer Sánchez
Entonces él la detuvo, la empujó contra la pared de nuevo y se agachó… Ella lo miró desde arriba y cuando él se inclinó sobre su vientre, le puso las manos en el cabello con suavidad.
Él le subió la falda con sus dos manos, bajó las medias y descubrió su ropa interior, y también su aroma. Se dejó embriagar por el perfume del deseo contenido mientras besaba sus muslos hacia el interior, y entonces, con su mano derecha, le levantó la pierna izquierda para dejarla encima de su hombro derecho… se acercó y apartando la diminuta pieza de tela, respiró un instante contra su sexo. Palpitaba ya de deseo húmedo y ardiente…
Ella se estremeció de placer al notar la respiración de él sobre su piel, cerró los ojos inclinando la cabeza hacia atrás, y sintió cómo sus labios empezaron a amarla con suavidad primero, y con creciente intensidad después.
Fue sintiendo cómo sus labios parecían entrar dentro de ella a través de su piel, y recorrían todo su interior en oleadas de placer que le provocaban espasmos intermitentes de calor que subían hasta su cuello y salían por su boca en forma de gemidos inaudibles, respiraciones calurosas que salían a encontrar un poco de aire fresco…
Colocó de nuevo la pierna de ella en el suelo, y besándole el vientre fue incorporándose al tiempo que iba besando su cuerpo hacia arriba hasta encontrar sus labios y besarse apasionadamente mientras ella buscaba con la mano la entrepierna de él, cogiéndola y apretándola con cierta ansiedad.
Cuando él la guió hacia el pasillo, pudo ver cómo la línea serpenteante de pétalos guiaba hacia la habitación, y cómo, encima de la cama, había un sinfín de finas hojas rojas, aterciopeladas esperas esparcidas esperándolos a la luz de incontables velas.