Pétalos dormidos
Parte VI

Jaume Vaquer Sánchez
A cada contacto de su lengua con la corona de sus senos, ella inclinaba la cabeza hacia atrás contra la pared, arqueando ligeramente el torso y entregándole sus pechos.
Ella se imaginaba allí, contra la pared, con las palmas de sus manos extendidas, inmovilizada, con la blusa abierta, el sujetador alzado y la falda arrugada mientras él, inclinado sobre ella, le besaba un pecho al tiempo que acariciaba el otro con unos dedos que parecían tocar notas que sonaban a deseo, a pasión suave y lenta…
Su humedad creciente la hacía gemir intermitentemente mientras sentía cómo su amante la deseaba.
Él puso su mano en su cuello, la cogió suavemente y se sintió dominada mientras notaba cómo le quitaba la camisa y el sujetador, muy despacio. Sus labios rezumaban humedad, e iban exhalando deseo a base de espasmos que recorrían su interior.
Entonces le quitó la venda de los ojos lentamente y ella vio por primera vez su piso, iluminado tan sólo por velas esparcidas por el suelo, por las estanterías. La tenue luz le permitió ver un sinfín de pétalos de rosa en el suelo, y un grupo de ellos, perfectamente alineados en una línea serpeante, guiaban hacia la habitación a través del pasillo…
Ella no pudo contener sus emociones, y allí, con el torso descubierto, apretó sus pechos contra el pecho de él mientras lo abrazaba y lo besaba apasionadamente.
Él puso sus manos en sus nalgas, por encima de la tela de la falda, mientras las apretaba contra su entrepierna, y ella, con una precipitación impaciente acrecentada por la contención de los últimos minutos, empezó a desabrocharle la camisa sin dejar de besarlo.
Abrió su camisa y descubriendo su torso empezó a besar cada centímetro de su piel mientras él la apretaba contra sí cada vez con más ansiedad.