Poema Sin marchar apenas
«Fuerza,
y la irrefrenable ilusión
de niño de nuevo,
una sonrisa de pausa
y calor que se mezcla
con la cal,
con el blanco de la calle
hoy mágica;
Sus ojos brillan
con cada salto,
centellean en la noche
como luceros sabios,
como esperas invernales
que estallan de un golpe,
tambores mínimos
en la oscuridad a medias
del que se sabe de vuelta
sin marchar apenas…
Las voces de los niños
suben y suben
como sueños de hogueras de Junio,
desde los calores
hasta las estrellas,
un poco más allá
de donde La Luna se asoma curiosa;
Observa los bullicios
de una calle llena de gritos,
de niños,
y la vida estalla vestida de estío
en esta noche tan mía…
rincones de mi alma
que borbotean
al ritmo de tambores pacientes,
de saltos ecuestres…»
Poema Sin marchar apenas, por Jaume Vaquer Sánchez
Vivencias poéticas
Este poema lo escribí durante las fiestas de San Juan de Ciutadella, en la isla de Menorca.
Son unas fiestas en las que de forma similar a tantos otros sitios del mundo, se celebra el inicio del Verano.
Por supuesto, la celebración es mucho más que eso, pero en definitiva, lo que le da una fuerza realmente impresionante a esta celebración, es la eclosión de sensaciones de una isla que permanece en espera durante todo el invierno para dar la bienvenida a la estación calurosa del año.
La fiesta se basa principalmente en dos cosas: el «flabiol», una flauta muy sencilla pero que produce un sonido muy muy característico, y los caballos.
El flabiol se usa para emitir una musiquilla también sencilla pero que para los que son de la isla (y los que estamos enamorados de ella), genera un mar de sensaciones.
Los caballos son eje central de las fiestas en toda Menorca, no sólo en Ciutadella.
En Ciutadella, en la noche grande, decenas de jinetes se pasean por el casco antiguo con los caballos, vestidos ambos para la ocasión, y alternativamente, saltan entre la multitud.
Sí, a veces peligroso, y no escasean las prisas de los equipos de sanitarios para sacar a algún desventurado que ha recibido un golpe de las patas de los caballos cuando saltan, o han caído entre la multitud.
A pesar del riesgo, os aseguro que vale la pena vivir la experiencia.
Para alguien como yo que he ido tantas veces a Menorca, en invierno y en verano, es algo muy especial.
Todas las sensaciones de los inviernos que he vivido allí, eclosionan cuando suena el flabiol, y estallan con virulencia y adrenalina cuando estás a dos metros de un caballo que salta ante ti, rodeado de una multitud que grita y canta…
Impresiona, e incluso hoy recordándolo, se me ponen los pelos de punta de unos brazos que tomaron algunas fotografías, luego descansaron un poco, y más tarde, escribieron este poema.
Os dejo un enlace para que sintáis la emoción del momento del inicio de las fiestas.
Se llama «es primer toc de flabiol» (el primer toque de flabiol), y los gritos del momento en el que se dan por iniciadas las fiestas creo que os harán sentir con bastante realismo lo que os he descrito aquí arriba.
Poema «Sin marchar apenas…»
Un abrazo
Jaume
Primer «toc de flabiol», Ciutadella 2015